LOS VERSOS DE ORO DE PITAGORAS. TEXTO Y AUDIOVÍDEO



Los versos dorados de Pitágoras son una colección de exhortaciones o incitaciones morales. Los neoplatónicos utilizaron los versos como parte del programa preparatorio de instrucción moral y existen diversos comentarios neoplatónicos a los versos.

Neoplatonismo es la última manifestación en la Antigüedad del platonismo, y constituye una síntesis de elementos muy distintos además de los platónicos, con aportes de las doctrinas filosóficas de Pitágoras, Aristóteles o Zenón, unidas a las aspiraciones místicas de origen oriental (hinduista o judío).

Para los pitagóricos el 10 es la santa tetraktys (mencionada en el verso), el más sagrado de todos los números por simbolizar a la creación universal, fuente y raíz de la eterna naturaleza; y si todo deriva de ella, todo vuelve a ella. El 10 es pues una imagen de la totalidad en movimiento.

Los versos de oro en  audiovídeo al final de la entrada.

Honra, en primer lugar;
y venera a los dioses inmortales,
a cada uno de acuerdo a su rango.
Respeta luego el juramento,
y reverencia a los héroes ilustres,
y también a los genios subterráneos:
cumplirás así lo que las leyes mandan.
Honra luego a tus padres
y a tus parientes de sangre.
Y de los demás, hazte amigo
del que descuella en virtud.
Cede a las palabras gentiles
y no te opongas a los actos provechosos.
No guardes rencor
al amigo, por una falta leve.
Estas cosas hazlas
en la medida de tus fuerzas,
pues lo posible se encuentra
junto a lo necesario.
Concéntrate en cumplir
estos preceptos,
pero atente a dominar
ante todo, las necesidades
de tu estómago y de tu sueño;
después, arrancalos
de tus apetitos y de tu ira.
No cometas nunca
una acción vergonzosa,
Ni con nadie, ni a solas:
Por encima de todo,
respétate a ti mismo.
Seguidamente, ejércete
en practicar la justicia,
en palabras y en obras;
Aprende a no comportarte
sin razón jamás.
Y sabiendo que morir
es la ley fatal para todos,
que las riquezas,
unas veces te plazca ganarlas,
y otras te plazca perderlas.
De los sufrimientos, que caben
a los mortales por divino designio,
la parte que a ti corresponde,
sopórtala sin indignación;
pero es legítimo que le busques remedio
en la medida de tus fuerzas;
porque no son tantas, las desgracias
que caen sobre los hombres buenos.
Muchas son las voces,
unas indignas, otras nobles,
que vienen a herir el oído:
Que no te turben, ni tampoco
te vuelvas para no oírlas.
Cuando oigas una mentira,
sopórtalo con calma.
Pero lo que ahora voy a decirte
es preciso que lo cumplas siempre:
Que nadie, por sus dichos o por sus actos,
te conmueva, para que hagas o digas
nada que no sea lo mejor para ti.
Reflexiona antes de obrar,
para no cometer tonterías:
Obrar y hablar sin discernimiento
es de pobres gentes.
Tú en cambio siempre harás
lo que no pueda dañarte.
No entres en asuntos que ignoras,
mas aprende lo que es necesario:
tal es la norma de una vida agradable.
Tampoco descuides tu salud,
ten moderación en el comer o el beber,
y en la ejercitación del cuerpo.
Por moderación entiendo
lo que no te haga danyo;
Acostúmbrate a una vida sana sin molicie,
y guárdate de lo que pueda atraer la envidia.
No seas disipado en tus gastos,
como hacen los que ignoran
lo que es honradez,
pero no por ello
dejes de ser generoso:
nada hay mejor
que la mesura en todas las cosas.
Haz pues lo que no te dañe,
y reflexiona antes de actuar.
Y no dejes que el dulce sueño,
se apodere de tus lánguidos ojos,
sin antes haber repasado
lo que has hecho en el día:
"¿En qué he fallado? ¿Qué he hecho?
¿Qué deber he dejado de cumplir?"
Comienza por el principio,
y recórrelo todo,
y repróchate los errores,
y alégrate por los aciertos.
Esto es lo que hay que hacer.
Estas cosas que hay
que empeñarse en practicar,
Estas cosas hay que amar.
Por ellas ingresarás
en la divina senda de la perfección.
¡Por quien trasmitió a nuestro
entendimiento la Tetratkis!
la fuente de la perenne naturaleza.
¡Adelante pues!
ponte al trabajo,
no sin antes rogar
a los dioses que lo conduzcan
a la perfección.
Si observas estas cosas,
conocerás el orden
que reina, entre los dioses inmortales
y los hombres mortales;
en qué se separan las cosas
y en qué se unen.
Y sabrás, como es justo,
que la naturaleza es una,
y la misma en todas partes
para que no esperes,
lo que no hay que esperar,
ni nada quede oculto a tus ojos.
Conocerás a los hombres,
víctimas de los males
que ellos mismos se imponen,
ciegos a los bienes
que les rodean;
que no oyen ni ven:
son pocos los que saben
librarse de la desgracia.
Tal es el destino
que estorba el espíritu
de los mortales;
como cuentas infantiles,
ruedan de un lado a otro,
oprimidos por males innumerables:
porque sin advertirlo,
los castiga la Discordia,
su natural y triste compañera,
a la que no hay que provocar,
sino cederle el paso,
y huir de ella.
¡Oh padre Zeus!
¡De cuántos males
no librarías a los hombres,
si tan sólo les hicieras
ver a qué demonio obedecen!
Pero para ti, ten confianza,
porque de una divina raza,
están hechos los seres humanos,
y está también la sagrada naturaleza,
que les muestra
y les descubre todas las cosas.
De todo lo cual,
si tómas lo que te pertenece,
observarás mis mandamientos,
que serán tu remedio,
y librarán tu alma
de tales males.
Abstente en los alimentos como dijimos,
sea para las purificaciones,
sea para la liberación del alma.
Juzga y reflexiona
de todas las cosas, y de cada una,
alzando alto tu mente,
que es la mejor de tus guías.
Si descuidas tu cuerpo para volar
hasta los libres orbes del éter,
serás un dios inmortal, incorruptible,
ya no sujeto a la muerte.