ÉREBO, EL DIOS DEL INFRAMUNDO

En la mitología griega, Érebo ("negrura"), era un dios primordial (perteneciente al inicio del mundo). Personificaba la oscuridad y la sombra. Sus nieblas de oscuridad rodeaban los bordes del mundo y llenaban los lugares subterráneos.


Descendiente de Caos (lo que existía antes que los dioses y fuerzas elementales), hermano de Nicte (diosa de la noche), con quien concibió a:

Éter (el elemento, más puro y más brillante que el aire, cuya región ocupa) y Hemera (personificación del día).


Nicte arrastraba las oscuras nieblas de Érebo por los cielos llevando la noche al mundo y bloqueando la luz del Éter (el aire superior brillante y luminoso), mientras Hemera esparcía las tinieblas despejando la oscuridad y trayendo el día, permitiendo que el Éter volviese a iluminar la Tierra.

Relación con el inframundo


Según leyendas posteriores, Érebo era parte del Hades, el inframundo, y a veces se usaba como sinónimo. Él era el lugar por donde los muertos tenían que pasar después de fallecer. Después Caronte los llevaba cruzando el río Aqueronte, y entraban al Tártaro, el verdadero inframundo.