EL PROCESO DE FORMACIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

La mejor fuente para conocer a Jesús son los libros que escribieron sus seguidores; los 27 libros que forman el Nuevo Testamento, escritos entre los años 50 y 110 a. C., es decir entre unos 20 y 80 años después de la muerte de Jesús.

La transmisión oral del evangelio

Jesús no escribió su vida ni encargó a sus amigos que lo hiciesen. Su mensaje  consiste en lo que hace y lo que dice y la manera de transmitirlo. Pidió a sus discípulos que tamabién ellos fuesen predicadores de su mensaje de salvación.

La necesidad de de transmitir fielmente el mensaje de Jesús en todas las comunidades cristianas que se iban formando, hizo que se comenzase a recoger, en colecciones transmitidas oralmente, las palabras y los hechos más importantes de Jesús.  Por los rastros que se han dejado en los Evangelios, podemos decir que existen colecciones de parábolas, de sentencias, de curaciones de Jesús y relatos de pasión y muerte… Estas colecciones estaban pensadas para ser memorizadas, con la intención de ser transmitidas y contadas oralmente a las nuevas comunidades cristianas. Pero los Evangelios aún tardarían unos años en ser escritos en su redacción definitiva.

Los primeros textos. Las Cartas de San Pablo

Las cartas están escritas en las décadas de los 50 y los 60 d. C. En los nombres de las cartas de Pablo se observa que la mayoría están dirigidas a los miembros de las comunidades cristianas de ciudades del Mediterráneo oriental: Tesalónica, Corinto, Éfeso…


Pablo, el gran Apóstol de los no judíos, hizo cuatro grandes viajes. Creó comunidades cristianas y visitó las que ya estaban establecidas, quedándose a vivir un tiempo en cada una. Cuando no podía estar presente, les enviaba emisarios con cartas. Acostumbra a tratar cuestiones de fe y moral que le plantea su experiencia con las diversas comunidades. Por ejemplo, en la Carta a los Colonicenses, Pablo les anima a actuar como personas renovadas por Cristo y a abandonar tanto las prohibiciones rituales de la religión judía como la falta de moral en las relaciones familiares, propia de la sociedad grecorromana.