EL CENTRO SAGRADO DEL ZOROASTRISMO

En las montañas del noroeste de Irán hay un lago azul, que según la tradición, carece de fondo. Está encerrado en un recinto de piedra, conocido como Tajt-i-Sulayman, el Trono de Salomón. Era venerado como el lugar más santo de Persia. Su elemento central era el Templo del Fuego (la torre junto a la orilla del lago), donde ardía perpetuamente el más sagrado de los fuegos zoroástricos.

Raíces indoiranias

La combinación de fuego y agua atrajo hasta el lugar a los antiguos fundadores de Persia, los arios (o indoiranos), que adoraban el agua y el fuego, elementos de su dios principal, Ormuz, y de su diosa de la fecundidad, Anahita. La tercera deidad del panteón era Mitra, dios de la luz celestial. Los arios consideraban un mal la contaminación de los elementos (tierra, agua y fuego), y trasmitieron a los zoroástricos este principio y el empleo ritual de altares de fuego.

Cultos zoroástricos

El zoroastrismo, quizás la más antigua de las religiones reveladas, predica las enseñanzas del sabio Zaratustra, un sacerdote ario que vivió en Persia y que rompió con la fe oficial, proclamándose profeta elegido de Ormuz (o Ahura Mazda). El zoroastrismo es una versión reformada de la fe aria, que insistía en el principio de dualidad, el eterno conflicto entre el creador Ormuz y su adversario Arimán.

Los magos, antiguos miembros de una tribu que habitaba en el noroeste de Irán, eran considerados en el mundo antiguo los sacerdotes privilegiados del zoroastrismo, como  los tres Reyes Magos, que viajaron desde Saveh, Irán, para ser testigos del nacimiento de Jesús en Belén. Del término "mago" deriva la palabra "magia", que en otro tiempo designaba los ritos del zoroastrismo. Más tarde, cuando esta religión fue suplantada por otras, se la utilizó como sinónimo de "hechicería".

El Fuego Real

En Irán se levantaron muchos altares con fuegos que ardian perpetuamente. Algunos lo hacían en lo alto de las colinas rocosas. Otros se instalaban en el interior de unos templos formados por cuatro pilares unidos por arcos que servían para sostener una cúpula.

En casi todo pueblo había un fuego sagrado, y cada clase social tenía uno: el de los campesinos, el de los sacerdotes y el Atur Gushnasp el fuego de guerreros y reyes. Sólo conocemos la localización de Atur Gushnasp, el Fuego Real: las llamas divinas que ardieron en el antiguo templo de Tajt-i-Sulaymán. Se decía que los tres grandes fuegos sagrados los creó el propio Ormuz para proteger al mundo.

El recinto era atravesado por la Vía Procesional, desde la entrada del pórtico norte, pasando por el templo del fuego con el altar del Fuego Real, hasta llegar al lago. Después de la ceremonia de coronación, los reyes persas sasánidas hacían la peregrinación para recibir la investidura divina en el altar del Fuego Real.